Estaciones de paso(v.1) by Almudena Grandes

Estaciones de paso(v.1) by Almudena Grandes

Author:Almudena Grandes
Language: es
Format: mobi
Tags: prose_contemporary
ISBN: 9788483103128
Publisher: Tusquets
Published: 2011-08-10T22:00:00+00:00


2

Mi hija se acordó de que tenía que recordarme algo que se le había olvidado, y gracias a la caótica calidad de su memoria no me dejé los papeles de la casa de Apodaca encima de la mesa del comedor. Los recogí y fui echándoles un último vistazo en los semáforos en rojo después de dejarla en la puerta del colegio. Hacía ya muchos años que había pactado con mis hermanos las condiciones de un acuerdo satisfactorio para los tres. Yo recibía fotocopias de todos, los papeles, los estudiaba, decidía qué acuerdos nos convenían o nos perjudicaban, hacía una lista de reclamaciones y sugerencias, y les invitaba a comer, a Bea en la segunda semana de enero, a Miguel unos quince días después, para explicárselo todo. A cambio, ellos me representaban en unas reuniones que odiaba con toda mi alma. Ésa era una de las principales secuelas de mi pasado de dirigente político universitario, una actividad en la que, al contrario que mi primo Carlos, adicto a los congresos, siempre había preferido mandar desde la sombra. Bea, que lo sabía, nos representaba a los tres en Apodaca, un edificio antiguo, muy grande y de gestión complicadísima, primero porque mi abuelo había dividido la propiedad entre sus seis hijos, y después, porque figura desde hace tiempo en el catálogo de esos edificios protegidos según todos los criterios imaginables, donde no se puede cambiar ni un azulejo sin la autorización de media docena de oficinas municipales. Miguel, a quien tampoco le parecía mal, hacía lo mismo en Jorge Juan, una casa más pequeña, sin valor arquitectónico y mucho más sencilla de manejar, porque mi padre la había compartido solamente con dos de sus cinco hermanos. Cuando mi prima María, que parecía tonta pero estudió Administración de Fincas para demostrarnos que era la más lista de todos y la única que encontró un trabajo fijo al día siguiente de terminar la carrera, les enviaba las actas de las respectivas reuniones, volvíamos a quedar, esta vez los tres juntos. Entonces invitaban ellos. Yo me quedaba con todos los papeles y, si no se celebraban reuniones extraordinarias, Miguel y yo nos volvíamos a ver sólo en las fiestas de cumpleaños de nuestros respectivos hijos y en la cena de Nochebuena. Con Bea era distinto. Mi hermana y yo no nos parecemos nada, pero siempre nos hemos querido mucho.

Calculé que llegaría a comer media hora tarde y salí del laboratorio con un cuarto de hora de retraso, para no esperar demasiado. Ese plazo fue suficiente para sugerirme que tal vez ella, que se consolaba de su fracaso como actriz trabajando como agente de otros actores, y llevaba la vida desordenada y nocturna que hacía juego con su profesión, podría explicarme qué le había pasado a nuestro primo. Pero mi hermana tenía otras prioridades y no me dio la opción de preguntar primero.

—Lo siento, lo siento, lo siento, lo siento... —me rezó sucesivamente en ambos oídos mientras me besaba—. Estaba en una reunión importantísima y no he podido salir antes, y eso que.



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